NEURONAS ESPEJO Y EMPATÍA

¿Qué son?
 
Giacommo Rizzollati descubrió las neuronas espejo junto a su equipo en la universidad de Parma (Italia). 
Comenzaron a estudiar el cerebro y el comportamiento de un macaco. Analizaron que cuando el animal comía se activaban unas neuronas en concreto y observaron que cuando otra persona u otro macaco comía cacahuetes delante de él, las neuronas motrices de éste se activaban a la par. 
Posteriormente a este análisis comprendieron que el mecanismo permitía hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás. Este sistema también se encontró en los humanos. Este hallazgo le valió el Premio Príncipe de Asturias. 
Si observamos un comportamiento sin sentido, nuestras neuronas espejo no se activarán, pero si observamos comportamientos que podamos prever como por ejemplo bostezar, beber, comer, reír, llorar, saltar, etc. nos predispondrá a imitar esa acción. 
¿Quién ha visto a alguien bostezar y acto seguido no lo ha hecho él? 
 
Empatía y aprendizaje 
 
Las personas somos animales sociales y tenemos un mecanismo para percibir acciones y sentirlas al mismo tiempo. Esto nos permite encontrarnos en el mismo estado cognitivo y afectivo que otras personas. 
Las neuronas espejo nos permiten aprender por imitación. 
Entender nuestras emociones, sensaciones, necesidades etc.. nos permite entender a los demás, pero para ello necesitamos un aprendizaje previo. Nacemos con una predisposición genética para poder desarrollar ciertas habilidades pero sin un ambiente que nos permita ponerlas en práctica puede que esas habilidades no lleguen a proliferar. El cerebro se desarrolla continuamente por interacciones con los demás. Aprendemos la gran mayoría del tiempo por imitación. De ahí por ejemplo, y aprovechando la coyuntura actual, la gran importancia de que los niños tengan que ir al colegio e interrelacionarse con sus amiguitos y no realizar las clases de forma tan prolongada online. 
Está claro que todos tenemos miedo, en mayor o menor medida, por la incertidumbre en la que vivimos, pero el miedo paraliza y necesitamos seguir adelante con medidas que nos den seguridad. 
Algunos países nórdicos dan clases al aire libre, incluso habilitan teatros u otros espacios destinados a otras actividades para poder dar clase. Aprovechando que tenemos mejor clima que estos países propongo y digo que sería fantástico que nuestros hijos pudieran disfrutar de esta posibilidad. 
Con distanciamiento, mascarillas y gel para las manos (no nos olvidemos), además de más personal para supervisar. 
Los niños necesitan otros modelos, además de sus padres, para aprender y poner en práctica el conocimiento emocional, empático y de autorregulación con sus iguales. 

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